domingo, 18 de septiembre de 2016

SUBLIME Y EL ANSIA TERRIBLE POR PETARLO

Mañana sobre las 6:30 sonará otra vez en mi móvil el Doin' time de los Sublime. Hace prácticamente ocho años que la tengo puesta de tono para despertarme; mi mujer la odia, pero es la única canción que soporto por las mañanas. La primera vez que la escuché fue en un videoclip de la cadena alemana RTL, que pillaba gracias a la parabólica comunitaria que había en casa de mis viejos. Desde entonces, y de eso hace ya 20 años, conozco la historia de Bradley Nowell. 
 
Bradley Nowell, el frontman de la banda Californiana SUBLIME, lo tenía todo a favor. De hecho, ya cuando sacaron su primer trabajo Bradley sabía que lo iban a petar. Su primer álbum, el 40oz. to freedom tenía un sonido buenísimo para ser un debut, unas canciones envidiables y una original mezcla (fuera de lo común por aquel entonces) que fusionaba a la perfección el punk californiano, el reggae y el ska. Sus canciones comenzaban a sonar por la radio, les llamaban para tocar en las mejores fiestas... pero aun así no consiguieron la notoriedad que esperaban fuera de su ámbito; aquel rollo nuevo de fusión todavía no estaba de moda y, como es lógico, su primer disco no les catapultó a la fama mundial, ni a los conciertos en grandes estadios, ni a amasar el pastizal que todo artista original codiciaría.
 
El desespero, junto con los muchos momentos de euforia, causaron mella en la personalidad híper-sensible del cantante llevándole a estados de profunda depresión. Ya se sabe cómo iba eso de ser artista a principios de los noventa: Los porros y las cervezas te llevaban a las anfetas y al speed. El speed te llevaba a la farla... y de la farla te llegaba el día en que no tenías y acababas metiéndote caballo por la nariz, tal como cantaba Manolo Kabezabolo. Pues eso, puta mierda. El segundo disco, el Robbin the Hood, era puramente experimental y se alejaba bastante de la fórmula ska-punk de sus comienzos, lo cual demolió la fama que con tanto trabajo se habían labrado con su primer elepé, dejando a Bradley enganchado a la heroína y hundido en la miseria.

Lo verdaderamente triste de la historia fue su final. En 1996, cuando por fin estaba de moda a nivel mundial el rollo ska-punk; cuando los No Doubt y los Smash Mouth estaban en todas las listas de éxitos y sonaban sus canciones en emisoras de radio por todo el mundo; cuando a los Offspring, Rancid, Millencolin, NOFX etc. les daba por incluir canciones del rollo en sus discos, fue entonces cuando Bradley Nowell, recién casado y padre desde hacía pocos meses, a punto de sacar el tercer elepé con su banda, la palmó cutremente por sobredosis de heroína.
 
Total que, poco después de morir, su disco póstumo se posicionó entre los mejores de aquel año en Estados unidos, con tres o cuatro canciones incluidas entre las cuarenta mejores. Toda la vida esforzándose y rabiando por conseguir la repercusión mediática que les correspondía y, nada, luego no estuvo vivo para poder verlo.
 
Sublime se disolvieron, como Nirvana, cuando murió su cantante; al fin y al cabo el resto del grupo no vivía obsesionado con la fama, simplemente se lo pasaban bien tocando. En fin, que no hay nada peor que ser un puñetero ansias y encima palmarla a las puertas del éxito. Todo esto me ha venido a la memoria tras leer recientemente la noticia de que el hijo de Bradley, Jakob, sigue los pasos de su padre (canta prácticamente igual) y se ha montado una banda llamada LAW.
 
Pues eso, que no hay que ser ansioso. Que tarde o temprano todo llega.
 
-R-

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