A la espera aún de que nos llegue el Cojones estoy leyendo últimamente Chaparrón de pollas por enésima vez y, mientras lo leo, cada vez que me encuentro con alguna falta de ortografía me arden las retinas tal como si me pusiera unas lentillas impregnadas con tabasco. Mira que lo repasé unas tres o cuatro veces por lo menos, pero nada, ni aún así he sido capaz de detectarle todas las faltas; de hecho voy marcando las páginas en las que encuentro algo que se deba corregir y os aseguro que ya van unas cuantas. Sobre todo acentos, que por alguna razón desconocida aparecen donde no deben. Menudo fracaso :(
En la primera crítica que le hice al Chaparrón ya alegaba que éste era más bien flojo, y no me faltaba razón. No sé si será porque desde entonces hasta ahora he hecho por mejorar, pero Chaparrón de pollas me parece desfasadísimo y muy flojo. Es una versión innecesariamente extendida y más rebuscada del primer Maricones, cuya gracia ya era de por sí el que fuese un libro más bien corto. No sé, pero desde luego, con lo bien que me quedó el Sieg heil me jode tener que andar vendiendo ahora el Chaparrón de pollas.
Total, que con la calma. Como os decía estoy repasando a conciencia nuestra segunda publicación para que en su segunda edición no hayan tantos fallos. Supongo que el Maricones volumen cero lo mimé más, por ser el primero, y ese sí que lo repasé a conciencia. Vamos, que lo mismo dicen que sucede con la paternidad, que al primer hijo lo llevas entre algodones pero a la que llevas tres o cuatro ya pasas de todo y aun así se crían igual.
Tened por seguro que si no tuviese que trabajar me esmeraría mucho más con los libros. Pero mira, es lo que hay. Tendréis que perdonarme, los que seáis más pejigueras, esos descuidos ortográficos que trataré de subsanar para la edición consecutiva.
Miedo le tengo a cuando llegue el Cojones. También me lo tendré que repasar.
Hala peña, a sobarla.
-R-
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