¿Curioso cuanto menos amalgamar a tan dispares personajes, verdad? Todo comenzó cuando descubrí que G.G. Allin, del cual imagino que no harán falta presentaciones para quien haya llegado a este post rastreando su nombre en internet, había muerto en 1993. Exactamente el mismo año que murió Ian Stuart, frontman de la banda neonazi por excelencia Skrewdriver. Tan solo un par de meses separan una muerte de la otra; el primero por sobredosis de heroína inhalada, el segundo por accidente de tráfico... casualmente a la misma edad: 36 años. No amigos, esto no es la generación de los 27 sino la de los 36 (como Bob Marley también, jaja)
Ambos viven la vida entregados a un ideal; uno pretende hacer resurgir el neonazismo mientras que el otro pulveriza los límites de lo moralmente aceptable sin ningún tipo de reparo; el rocanrol es simplemente el medio que utilizan para expresar su manera de vivir, lo que hacen sobre el escenario no es ningún circo, ninguna pantomima. Son auténticos, son ellos mismos, por eso la gente se les acerca y a la vez les teme. Asimismo los dos pasan por la trena en varias ocasiones debido a un comportamiento violento y excesivo; comparten también afición por la música country y la cultura sureña de los Estados unidos.
G.G. muere en agosto de 1993. En septiembre del mismo año, poco antes de que muriese Ian Stuart, aparece In utero de Nirvana... antesala del suicidio de Kurt Cobain, quien por cierto visitó a G.G. Allin cuando este estuvo en la cárcel.
Independientemente de la repulsión que pudiesen generar, cada uno por sus motivos, se debe celebrar que ambos componían música sintiendo lo que hacían y no como las estrellas de la música actual que se suben a un escenario simplemente pensando en cuánto van a cobrar por tocar hora y media.
No creo que haya vuelto a verse esa intensidad desde entonces.
-R-