Hay una escena durante la película 'En la cuerda floja' donde Waylon Jennings y Luther Perkins, el guitarrista de Johnny Cash y los Tennessee Three, están ensayando juntos. Waylon, que toca la guitarra blues estirando las notas con unos bendings perfectos, le pregunta a Luther si ha pensado dejar de una vez su estilo rock minimalista y si está dispuesto a aprender para tocar la guitarra de una forma más elegante y depurada. Luther, que en la foto sale fumándose un piti en plan fáker, le responde holgadamente: "Lo que tú buscas, Waylon, yo ya lo tengo".
Y es que es la pura verdad. Veo por ahí escritores, y son la mayoría, que basan la excelencia de sus novelas tan sólo en la técnica, en la 'perfección' de su estilo y en una forma pedante y relamida de expresarse. Perdonad si soy tan franco, pero es que a mí eso me parece una puta mierda. Ya lo dije una vez y lo repito: me suena como a los discos que sacan los Iron Maiden últimamente. Que sí, que tocarán notas imposibles y que conseguirán combinaciones nunca vistas... pero a mi ese rollo de la excelencia me aburre soberanamente. Hagamos caso a Luther Perkins: Volvamos a lo sencillo, por favor, pues ahí es donde se encuentra la verdadera esencia.
Mientras que el resto tratan de ser calcos de Tolkiens, Kings o Garcías Márquez, nosotros, seguidores del desarrollo de la música en el siglo XX como somos, nos hemos propuesto combinar lo que aprendimos del panorama musical adaptándolo al género que practicamos. La literatura, que ya de por sí el mismo nombre da como tope de grima y suena barroco de cojones, lleva demasiado tiempo 'tirando de un caballo muerto' tal como rezaba el recopilatorio de los Sex Pistols.
Basándonos en el minimalismo de los tres primeros elepés de los Ramones, que quisieron devolver también el rock a sus verdaderas raíces, modelamos la estructura de nuestros libros:
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Este dibujo que hice del Topi no viene a cuento, pero me mola |
* Igual que los long plays, todos nuestros libros tienen dos partes; digamos, cara A y cara B. Así, si no te gusta entero, por lo menos puedes diferenciar si te ha gustado más la primera parte o la segunda.
* Los capítulos son cortos y cada uno de ellos trata de abarcar un solo tema. Tal como nos enseñó Chuck Berry: El rock son canciones de tres minutos como mucho, y el que quiera algo más largo pues que escuche Beethoven.
* Las publicaciones procuran ser lo menos extensas posible. Yo por lo menos prefiero cinco libros de 150 páginas cada uno que un mamotreto infumable de 750 paginazas. ¿Para qué vas a sacar un puto disco que dure 74 minutos? Si lo que tienes que decir es suficientemente bueno, con 35 minutos tienes más que de sobra.
* Las florituras las dejamos para su puta madre. Johnny Ramone se negó a aprender a tocar la guitarra eléctrica más allá de los acordes básicos con quintas. Tenía su estilo propio y, desde luego, para lo que él hacía no necesitaba aprender nada más. Eso también lo decía Elvis.
* Lo mismo con el lenguaje. Una cosa que agradezco que nos digan, quienes nos conocen, es que leer uno de nuestros libros es como pasar una tarde charlando con nosotros. ¿Para qué vas a escribir utilizando una forma de expresarte que no es la tuya propia? La verdad, procuro utilizar la misma jerga con la que me expreso diariamente y, si alguna de las palabras que utilizo no aparece en el diccionario... ¡pues que la incluyan, coño! Que eso es precisamente a lo que se le llama riqueza de vocabulario.
* Por último, cierto es que nuestros libros tienen una determinada estructura y tal... pero vamos, si nos sale de los huevos hacerlos de otra manera pues lo hacemos y punto. Seguir las reglas, ni que sea las tuyas propias, es de perdedores. Mira Camarón, cuando decidió incluir instrumentos modernos en sus discos la peña purista se le echó al cuello por tratar de innovar... y no solo innovó sino que consiguió que mucha más gente le comiera la polla.
En resumen, que si vais a seguir haciendo lo mismo que hace todo el mundo os vais a comer una mierda. ¡Viva lo fácil!
-R-