Sucede como con las ex novias a las que hace años que no ves. El tiempo y la introspección te enseñan a ver las cosas de otra manera. Debería repasar qué es lo que he ido escribiendo acerca del día del libro y todo eso en mis artículos anteriores, pero vamos, que seguro que no sería nada bueno al respecto. Lo que os quiero contar hoy es que, bueno, que por fin me he reconciliado con dicha festividad que siempre he creído tan banal y lucrativa. Las cosas son lo que son y no lo que a nosotros nos gustaría que fuesen... pero ¡Eh! ¿Para qué estamos aquí si no es para intentar mejorarlas?
El día del libro, para el que escribe, es más o menos como el día de los enamorados (tanto para el que tiene pareja como para el que está soltero): Te sirve para hacer balance y preguntarte si estás contento con la vida sentimental que estás llevando... o en el caso del escritor te sirve para preguntarte si estás consiguiendo alcanzar las metas que te habías propuesto cuando comenzaste con todo el rollo este de escribir.
La peña por lo general, y más viniendo de adolescencias aciagas, tendemos a odiar San Valentín precisamente por el mal uso que se hace de dicha festividad, donde para algunos todo se reduce a hacerse un vulgar regalo... pero lo que de verdad detestamos es que nos asalten esas preguntas sobre si estamos bien como estamos, si merece la pena seguir con alguien que ya no te gusta o si se te está pasando el arroz. Ya sabéis, existencialismo, esa cosa de la que la gente reniega porque nos obliga a pensar.
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Ahora estoy leyendo los libros de Julián. |
La semana que viene se celebrará el día del libro en todo el mundo y bueno, ya sabéis, a la gente corriente le importa un peo, salvo a los que tengan que aflojar la pasta en comprar una rosa o los que tengan que romperse los cuernos para encontrar un libro que regalar por pura obligación social. Seamos realistas: La amplia mayoría de la gente no lee, al igual que a la amplia mayoría de la gente la festividad de San Valentín se la suda. Lo que existe, como os decía, es la obligación social de hacer un regalo... y ahí está nuestro nicho de mercado como escritores. El problema, por fin resuelto, es que la peña no entiende que lo que se venden no son los libros, sino las ideas. Tú puedes escribir el mejor libro del mundo y es probable que no lo compre ni el tato... pero si de repente existe una necesidad social, como por ejemplo "¿Cómo adelgazar sin dejar de comer?", tú sacas un libro como el que sacó el subnormal aquel de la dieta Dukan y te estás hinchando a vender libros como agua churros. Ahí está la clave: No se vende el libro, se vende la idea en forma de libro. En efecto, por ahí vamos bien.
En segundo lugar, y al igual que sucede el catorce de febrero, tendemos a echar la culpa de nuestra situación al sexo opuesto... o en el caso del escritor se lo echamos a las editoriales. Qué incomprendidos somos. La marginalidad editorial puede parecer muy romántica, pero lo cierto es que resulta terriblemente desoladora. El año pasado tendía a pensar que los escritores son unos lloricas por ir lamiéndoles el culo inútilmente a las editoriales, suplicándoles un poco de atención para que les hicieran el gran favor de publicarles un libro cualquiera. Así mismo, también odiaba a las editoriales por desprestigiar, banalizar y explotar el arte de escribir para convertirlo en un sector empresarial donde tan solo prima el carácter lucrativo.
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Los M.C.D nos llamarían 'putos cerdos'.
Ya se puede comprar Mariconesmania
en el Corte inglés, jajajaja. |
Eso era el año pasado. Hoy por hoy lo veo todo de otra forma. ¿Qué más dará si escritores mediocres, con un ego desbordado, intentan ganarse la vida? ¿Qué más dará si existen editoriales que sólo tratan de vivir estando a la última y publicándole libros a Elrubius o cosas así? Con la experiencia recogida de la entrevista a Brett Gurewitz de Epitaph y ateniendome a una frase de Jello Biafra, ese gran inspirador, concluyo: No odies a las editoriales, conviértete en tu propia editorial. Gracias al ejemplo de Libros de Autoengaño he sido capaz de ponerme en el otro lado; es muy arriesgado para la economía de cualquier persona montar una editorial. Ya no digo para la economía, también hay que aguantar muchas gilipolleces de la peña y tal.
Es por ello por lo que finalmente he podido comprender que nadie (escritor o lo que sea) merece que le hagan una crítica devastadora. Este año he leído muchos libros muy malos, en cualquiera de los sentidos, pero te tienes que quedar con que siempre hay algo bueno que se le puede sacar incluso a la novela más nefasta. Con las editoriales igual, si Blackie books no publican más que libros para hipsters recalcitrantes, pues qué se le va a hacer... está claro que la oferta que tienen no es de tu agrado, así que lo que te queda es o comprarte el Marca o montarte tú mismo la editorial como a ti te gustaría.
Total, que esto es lo que he aprendido: No critiques (abiertamente) el trabajo de los demás si no te gusta. Siempre te puede servir para aprender qué es lo que te parece bueno y qué es lo que no. Y si tienes huevos, pues te pones tú y lo mejoras. Lo dicho, que de todo se aprende.
Espero que mi parienta se acuerde de comprarme un libro, jajaja. Le dije hace cosa de un mes que si eso que me regalase el "Commando" de Johnny Ramone.
-R-