sábado, 4 de junio de 2016

JOSÉ ANTONIO PRIMO DE RIVERA, BOB MARLEY Y MI INTENCIÓN DE VOTO

Ese tarugo que aparece en la imagen de la derecha son, en efecto, las obras completas (discursos, escritos, y pensamientos) del creador de la Falange española, José Antonio Primo de Rivera, o José Antonio a secas, que es como al parecer le gustaba que le llamasen sus colegas. Mi viejo, que aún se declara socialista de los de antes, lo tenía por casa alegando que lo había encontrado tirado por ahí y fue una extravagante confluencia de indagaciones las que empujaron a mi curiosidad para que finalmente me decidiera a leerlo. Como este artículo irá a parar a Twitter, hervidero de marxistas de postín que se dedican a aplicar su habitual caza de brujas con la gente a la que nos gusta discurrir y que nos salimos del rebaño, aclararé que fue Camarón quien me llevó hasta este libro, jajajaja.
 
Sí, sí, por extraño que parezca. Veréis, en verano del año pasado presencié un espectáculo de flamenco en vivo que me dejó maravillado. Ello me llevó hasta la obra capital del flamenco, que son los discos que firmaron Paco de Lucía a la guitarra y Camarón de la Isla al cante. Camarón, como buen gitano, compone sus canciones inspirándose en el 'Romancero gitano' de Federico García Lorca, laureado poeta Granadino, paisano mío y mártir del bando republicano durante la guerra civil española.
 
¿Sabéis qué es lo que tienen en común el mártir del bando republicano con el mártir del bando nacional?
 
Se ha tenido oculto durante ochenta años, puesto que no interesaba sacarlo a la luz, pero da la casualidad de que Federico García Lorca y José Antonio Primo de Rivera eran muy buenos amigos, y no sólo eso, además se profesaban admiración mutua. Federico, apasionado escritor, compositor y rapsoda, amaba a España como se quiere a una madre. José Antonio, apasionado intelectual, cautivador y tenaz, amaba a España como se quiere a una novia con las tetas muy grandes. José Antonio admiraba la sensibilidad de Federico y su capacidad para describir con versos la pasión que sentía hacia su amada patria. Federico, que a estas alturas no hará falta explicar de qué pie cojeaba, debía reconocer en José Antonio al tipo de hombre sagaz que se admira y se adora. Decían que, poco antes de morir, el adalid de la Falange había moderado mucho su discurso y que no serviría para liderar una revuelta del bando nacional. Estoy convencido de que fue en agosto cuando, después de que fusilaran a Federico, José Antonio pudo darse cuenta de que se le había ido de las manos y la gente le había entendido mal. Su misión debía de ser conciliadora, y lo que consiguió fue avivar un poco más el fuego que terminaría por arder al enfrentarse las dos españas.
 
Al margen de que se comparta su enfoque tradicionalista, basado en el patriotismo, el catolicismo y el sindicalismo vertical que finalmente pondría en marcha el general Francisco Franco, José Antonio se propuso terminar con estos tres problemas, que a día de hoy, ochenta años después, continúan sin que nadie los haya conseguido resolver. Estos son:
 
1.- Terminar con la pugna entre partidos políticos.
2.- Terminar con el separatismo vasco y catalán.
3.- Terminar con la lucha de clases.
 
Para el punto primero, José Antonio quiso instaurar  el nacional sindicalismo que, basándose en un gobierno paternalista, terminaría para siempre con la clase política y también con los enfrentamientos entre la población civil que por su culpa se producían.
 
Para el punto segundo, José Antonio simplemente proponía no obrar nunca en contra de vascos y catalanes, pues al reconocerlos como parte de España era ilógico ignorar que tuvieran sus propias raíces, sentimientos y tradiciones. Tal como una madre que ve cómo su hija se va a la discoteca, José Antonio creyó que, si llegaba a conseguir la solidez de estado que pretendía para España, vascos y catalanes estarían conformes en sumarse a un proyecto claramente boyante donde, por fin, no iban a ser excluidos.
 
Para el punto tercero, José Antonio propuso que el gobierno de la nación debía ser quien se encargase de poner orden para que tanto la patronal como el proletariado pudieran tener el respaldo necesario por tal de que la relación entre ambos fuese justa y equitativa. 
 
Es curioso constatar, primero lo poco que sabemos de la historia de España anterior al Franquismo y segundo, pues eso, que ochenta años después los problemas que preocupaban a los parlamentarios de entonces continúen siendo los mismos hoy en día. Falange Española, al aliarse con las J.O.N.S., determinó imponer el nacional sindicalismo a la fuerza, tal como se venía haciendo en Alemania e Italia con los regímenes nacional socialista y fascista. Está claro que por las malas no consiguieron nada, prueba de ello es que aún seguimos igual.
 
Así pues, ¿A qué coño viene este artículo y qué cojones de opinión me suscita el libro de marras? Pues bien, como actualmente me encuentro escribiendo el mejor libro de humor fascista que se haya escrito jamás, obviamente, estoy leyendo los discursos de José Antonio para documentarme.
 
Mi opinión al respecto, y coincidiendo con la que fue la opinión del piojoso de Bob Marley, es que está claro que la solución pasa por 'emanciparse de la esclavitud mental'; emanciparse del revanchismo y de las rencillas con las que nos alimentan los partidos políticos por tal de que votemos a unos y odiemos a otros; ni el Partido popular es tan nefasto como lo pintan, ni el Partido socialista está tan lleno de inútiles como nos quieren hacer creer; ni Ciudadanos es un partido construido a base de rebotados de los dos partidos anteriores ni Podemos son unos Stalinistas adoradores de satán y devoradores de bebés.
 
Acabando con el odio se termina con los tres problemas de un plumazo y, una vez más según las palabras del cantante rastafari, 'Sólo nosotros nos podremos liberar'. Entonces ¿qué? ¿Cómo conseguimos llevarlo a cabo? Pues muy fácil, con un voto de confianza, el mismo que le da la madre a su hija cuando le permite que salga de noche. Aceptemos de una puñetera vez que España está formada por todas las personas que votan a los diferentes partidos, que todos somos primos, vecinos, colegas o socios y que no tenemos necesidad alguna de partirnos la cara por rencillas políticas que ni siquiera nos pertenecen. ¡Que se vayan a la mierda y se partan ellos la cara si quieren!
 
Voy a regalarle mi voto a alguien, probablemente a mi mujer porque así votará doble y la tendré contenta, jajaja. Si mi hija tuviese edad de votar le regalaría mi voto y le diría: "Toma hija, ya sé que vas a votar a los perroflautas pero mira, te regalo mi voto, para que veas que confío en ti". También podría regalárselo a alguien para hacer las paces en plan: "Mira, ten. Ya sé que vas a votar a los socialistas/populares pero para que veas que no me importa una mierda te regalo mi voto". 
 
Se tienen que enterar de una puta vez de que pasamos de su rollo marrullero, nefasto y de mierda. El sufragio es una fulaña, así que si conseguimos que la mitad de España se conciencie de que no merece la pena jugar al juego del rencor habremos conseguido que media España esté contenta con su forma positiva de proceder y la otra media esté contenta por haber podido votar dos veces. Quién sabe, a lo mejor si dejamos de votar por rencor los partidos tendrán que ponerse las pilas, prometer más y cumplir mejor. ¿Qué coño más dará quién nos gobierne? Son todos igual de inútiles y, para el que aún siga albergando esperanzas, Franco no va a volver, jajajaja.
 
O cambiamos nosotros o seguiremos teniendo los mismos problemas durante ochenta años más. Esta es la casa de todos, y ningún mal gobierno será capaz de vencer al tiempo ni a la gente de buena voluntad.
 
Reconciliémonos.
 
-R-

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